El 4 de mayo de 1606 reunido en cabildo, el pueblo de Tarija pidió a la Audiencia de Charcas un convento franciscano, comprometiéndose a apoyar con la mantención de los frailes. El día 18 del mismo mes iniciaron los trabajos de construcción. Nació como “recoleta”, convento de estrecha observancia con actividad, sobre todo, litúrgica y espiritual. La reducida construcción conventual, dedicada a Santa María de los Ángeles, se ubicaba entre la calles La Madrid y Daniel Campos, lo restante de las dos manzanas de terreno, desde la Colón y Bolívar, era huerta. En 1618 se le retiró la característica de “recoleta”, por lo cual resultó ser convento de periferia con escasa capacidad de personal religioso en el conjunto colonial de Charcas. En los años, desde 1627 a 1645, se construyó el primer templo. Su arquitectura era en cruz latina, con crucero, presbiterio y nave hasta la actual puerta de Santa Bárbara. El 3 de abril de 1754, el Comisario General Francisco Soto y Marne creaba el Colegio de Propaganda Fide de Tarija; y el 4 de octubre de 1755, a los misioneros llegados desde Ocopa (Perú), se les entregaba las pocas cosas de la ermita franciscana. La nueva denominación implicaba que los frailes de Tarija tuvieran prioritariamente una acción misionera y un número crecido de hermanos. Resultó ser el “cuartel general” de los franciscanos en el sudeste de Bolivia. Se inició con la construcción conventual, Se amplió el templo, se perfilaron dos claustros centrales, un claustro para los servicios y un claustro abierto hacia la huerta. En 1773 se construyeron las oficinas, que extendían el espacio conventual hasta la mitad de la cuadra Colón y Suipacha; en 1783 se edificaron la enfermería y biblioteca; y en 1793 se ubicó la escuelita franciscana en la cuadra Colón-Suipacha e Ingavi-Bolívar. Además de la atención a las misiones de chiriguanos de la región chaqueña denominadas “misiones entre infieles”, los franciscanos de Tarija concentraron sus atenciones en nuestro departamento. Una razón de agradecimiento los impulsaba hacia Tarija y sus alrededores. De su territorio, los frailes recibían el sustento diario, lo que era devuelto con atenciones pastorales. Predicaciones y andanzas por cualquier necesidad eran obedecidas por llamados de los corregidores y de los párrocos. Se denominaban “misiones entre fieles”. Todos los años los frailes iban por la campiña, esparciendo un sentido comunitario en las varias agrupaciones territoriales. Resultaban preocupaciones de construcciones o reestructuración de templos, acción social y sacramental, resolviendo muchas veces conflictos ligados al caminar de la sociedad más grande. El P. Buenaventura Lolli, fundador de las “Obras Antonianas”, llegó a Tarija en el año de 1878. En 1896, inició la publicación del “Boletín Antoniano”, ligado a la difusión de la Rerum Novarum del Papa León XIII, y terminó sus días como decano de la prensa nacional en febrero de 1953. En 1903, siguió la apertura de la “Librería Antoniana”, que mantenía conexiones con Buenos Aires y otras ciudades de editoriales fuertes. A partir de los años de 1907, se desarrollaron varias actividades de ayuda para los pobres en el Hospital San Juan de Dios. En 1913 nacieron le “Federación de obreros antonianos”, y el Centro femenino antoniano” dirigidos por el P. José María Cocchetti. Desde 1912 tomó empuje el Colegio Antoniano y, en 1922, la Escuela nocturna para artesanos (ligada al mismo Colegio). En la post guerra chaqueña, en 1938, se inició la Hoja Dominical, pionera en su referente litúrgico. Desde 1905 se procedió a la secularización de las reducciones chaqueñas. Para mantener la unidad territorial, la Santa Sede creó el Vicariato de Cuevo el 22 de mayo de 1919. Con esa decisión, el convento de San Francisco perdió su denominación de Colegio de Propaganda Fide y fue confiado a la Provincia Franciscana de San Buenaventura de Toscana. En 1911, la Honorable Alcaldía de Tarija impuso el desmembramiento del área conventual, con proyecto de abrir las calles Ingavi y Colón. El conflicto se solucionó en 1932, cuando el Alcalde Isaac Attié compró la huerta, donde construyó el Palacio de Justicia. Con tal venta, los franciscanos construyeron el ala conventual de la calle Ingavi, que cerraba el claustro antes abierto. En 1994 se fundó el Centro Eclesial de Documentación, entidad encargada de custodiar las bibliotecas, el archivo y el Museo Fray francisco Miguel Marí. El museo Fray Francisco Miguel Marí nos revela, mediante sus distintas representaciones artísticas, históricas y culturales, el importante rol que los franciscanos de Tarija tuvieron en la construcción de nuestra región y de nuestro País. En resumen, en el museo franciscano podemos observar: Una sala de arqueología boliviana, con piezas de arcilla que relucen por formas, usos, representaciones de vida y manifestaciones de deseos. La selección reúne los varios aspectos del devenir desde las selvas amazónicas, los ayllus altiplánicos hasta los valles centrales. La ex–procura misional, donde se observan muebles enseres que permiten conocer particularidades de la vida y actividad del convento: su estar adentro, el andar misionando y labores de actividad como la imprenta. La pinacoteca de arte religiosa colonial, donde las obras pictóricas expuestas atestiguan la capacidad de transcripciones de vida y su destino en el pluriforme nacer de Bolivia. Son autores anónimos, pero ya inscritos en una cuna de pensamiento entre orígenes y universalidad de aquellos tiempos: Se destacan las escuelas del Collao, Potosina, Cuzqueña y Manierista. Una pinacoteca de arte religioso moderno con destacados artistas locales, nacionales e internacionales como: René Subelza, Guillermo Arancibia, Pedro Viracocha, José Calizaya, Yolanda Bedregal, Gonzalo Rivero, Mimmo Roselli, Fr. Gaetano Lenti, Fr. Hermenegildo Franzoi, Mamani Mamani, Gilimaná y Guido Pinzani entre otros.

Los “fabriqueros” (arquitectos) conventuales fueron Don José Hurtado de Saracho y el P. Antonio Oliver. A partir de 1780, la complementación de ambientes (específicamente: enfermería y biblioteca) y el embellecimiento del templo estuvo a cargo del hermano Fray Francisco Miguel Marí.

Actualmente, el Convento Franciscano cuenta con oficinas parroquiales (calle La Madrid), Centro Eclesial de Documentación (calle Colón), Librería Antoniana (calle Daniel Campos) y Basílica Menor (calle Daniel Campos). Internamente tiene la bodega, cocina (para los hermanos y los pobres), el comedor, las biblioteca antigua, moderna y del CED, el Archivo, las pinacotecas colonial y moderna (Museo Fray Francisco Miguel Marí), que ocupan los espacios de la antigua enfermería y procuraduría misional.

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